La relación con los hermanos

En la relación con los hermanos se puede observar el desarrollo de ciertas características en los niños. Por ejemplo, la compresión acerca de los sentimientos y necesidades de otras personas, así como, de las reglas sociales, morales, de la dinámica familiar, etc. Frecuentemente las riñas entre hermanos son por cosas materiales, ya que sus intereses son similares, sobretodo si las edades son cercanas. Aunque, en sí, la edad de un niño no es determinante para que se dé una mala relación con los hermanos. De hecho, es la forma en qué se manejan los celos de los niños al nacer un bebé, lo que predetermina un estilo de comportamiento futuro. Por eso, aquí te proponemos cómo manejar esta etapa para lograr los mejores resultados posibles y fomentar el valor de la familia.

La llegada de un hermanit@ representa una amenaza para los demás hijos. Una reacción común es el enojo, la agresividad y el egoísmo, la cual se suele reprimir de distintas formas como con dulzura por ejemplo con consolaciones o con dureza como regaños; todas estas actitudes comunican al niño que su actitud disgusta a ser padres. Por lo que, éste opta por agradar al adulto dejándolas de expresar; sin embargo, esto puede ocasionar que las manifieste de distinta forma; por ejemplo, con pérdida del apetito, enfermedades, berrinches, caprichos, incluso eneuresis. Este período puede pasar acostumbrándose al hermano, pero un mal manejo de la agresión puede ocasionar que los celos se callen pero que se enraícen en lo más profundo de su personalidad.

Lo más recomendable, en cambio, es permitir al niño expresar verbalmente todo su enojo sin dañar al hermanito, ya que éste se siente desplazado, con menos cariño y a pesar de que tú como papá sabes que no lo dejarás de querer, él no le entenderá aunque trates de persuadirlo. El sufrimiento es de él y solo él lo conoce, así que mejor opta por comprenderlo y expresárselo. Cuando acabe de manifestar toda su aflicción (digamos “toque fondo” de su desesperación), la curiosidad por este nuevo ser vivo lo incitará a acercarse. En esta etapa, no trates de inculcarle amor por el pequeño, ya que volverás al inicio del círculo y puedes revivir sus antiguos pensamientos. Conforme, él vaya haciendo observaciones por su cuenta, puedes ir reafirmándolas mostrando concordancia. Utiliza la misma técnica, para casos de hermanos menores celosos de los mayores.

Ahora bien, en el caso de que tus niños ya estén grandes ¿ya no tuviste oportunidad de aplicar lo anterior? No te preocupes! Aquí igual va una técnica. En primer lugar, no protejas a nadie: ni al pequeño, ni al grande, ni al desfavorecido, ni a la niña, etc. Al momento de las quejas escúchalos, no hagas caso omiso pero tampoco intervengas directamente, realmente de ti sólo necesitan el apoyo emocional, finalmente ellos resolverán sus asuntos infantiles. Deja al niño la tarea de sacar sus conclusiones respecto a las peleas y sobretodo la reflexión acerca de su comportamiento y tú encárgate de cuidar, compadecer y alentar, no juzgues a nadie. Si alguien te reclama de que favoreces a uno u otro por tal o cual situación que para ti es la forma correcta de proceder, limítate a explicarle esto. Por ejemplo, si uno puede comer doble ración de chocolate porque tiene práctica de basquetbol y necesita energía y al otro le parece injusto y no entiende la razón anterior, puedes hablarle acerca de la injusticia en la vida, que lamentas que lo perciba así y que esperas que algún día lo comprenda, punto, no te enganches en algún berrinche o demás. Si necesitas recordar como poner límites, puedes consultarlo aquí

En general, los conflictos con los hermanos muestran un panorama general de las capacidades que tienen los niños para la resolución de conflictos y en las relaciones sociales como tal. Tu papel no es el de mediadora, sino de soporte, compadeciéndole cuando no logra una meta y alentándolo a superarse. De la misma forma, otórgale los medios que necesita para salir de las dificultades, desarrolla sus habilidades y sobretodo, promueve la confianza en sí mismo. Así, los niños pueden aprender a entender sus sentimientos, su comportamiento y modificarlos de acuerdo a la situación.

 

Referencias: 

Dunn, J., (1993) Los comienzos de la comprensión social, Ed. Nueva Visión, Aregntina.

Dolto, F., (1995) El niño y su familia, Ed. Paidós, España.

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