El papel de la madre es básico incluso en otro tipo de mamíferos, ya que es la persona que trae a la vida al hijo. Comúnmente se suele distinguir a una madre por sus cuidados maternos, los cuales están compuestos por una serie de factores como la capacidad de amamantamiento, protección y satisfacción de necesidades del niño. Biológicamente a esta actitud se le denomina recuperación. Ésta comprende todas las conductas asociadas, como su nombre lo dice, a la recuperación del hijo en cualquier situación: social, de juego y demás, con el fin de atraer al niño y tenerlo bajo su resguardo. Posteriormente, con esta premisa John Bowlby desarrolla la Teoría del Apego.
En general ambas perspectivas estudian la proximidad del hijo con la madre. En la primera, se observa cómo la conducta materna va dirigida a vigilar del infante para mantenerlo seguro a través del contacto físico con el cuidador. Por lo que, gira en torno a reducir la distancia entre ambos para preservar la seguridad del pequeño. Por su parte, la teoría del apego propone que el vínculo con la madre será la base para el desarrollo personal del niño. De este término depende un adecuado funcionamiento interpersonal, la autonomía, su independencia, la capacidad de exploración y de juego del infante. Por ejemplo, el apego se construirá con base en la actitud de recuperación de la madre en situaciones de lejanía, por ejemplo cuando infante se extravía y llora, cuando juega con otros niños, durante las mudanzas, al dejarlo en la guardería e irse a trabajar. La mejor forma de proceder en estos escenarios es con asertividad (Redirección); de esta forma se le explica al niño lo que está ocurriendo, lo que puede esperar de la situación y éste observa una actitud tranquila en los padres que se le transfiere.
Así, de esta manera se establecen pautas de relación con otras personas. La forma en la que se conduce con la madre indica el punto de partida. Esto se puede observar por ejemplo en las actividades que se realizan día a día, si pasan tiempo juntos o cada quien realiza sus tareas en distintos cuartos de la casa. Estas conductas mantienen o distancian la proximidad entre ambos. De la misma forma, la relación con la madre va adquiriendo para el niño un promedio de proximidad, aunque a veces existan situaciones que la agranden, generalmente serán seguidas de acciones que la reduzcan a su normalidad. A este efecto se le denomina equilibrio dinámico en la pareja madre-hijo.
Entonces, la importancia del papel de la madre en el desarrollo del hijo se basa en sus actitudes y comportamientos hacia las conductas del niño. De esta forma, una madre podrá proteger, dar mucha libertad o encontrar un punto medio donde el hijo sea lo suficientemente independiente pero también posea un lazo afectivo cálido con ella al cual acudir en problemas, de así desearlo, etc. En general, los dos aspectos influyentes de la madre son: su atención y su cuidados maternales, es decir que van en contra de lo esperado. A raíz de esto el niño genera su tipo de apego, así como sus comportamientos contrarios a lo usual.
Es importante tomar en cuenta que el papel de la madre cambiará de acuerdo a las etapas de crecimiento del hijo. Si bien, de recién nacido depende totalmente de ella y no es consciente, conforme evolucione su nivel tanto cognitivo como motor logrará la exploración del mundo por lo que necesitará supervisión de tal suerte que no corra riesgos hasta que logre su autonomía. Después de los tres años aumenta la capacidad de juicio entonces podrás reflexionar en los momentos indispensables para estar con la madre. A pesar del paso de los años, la función de la madre siempre será procurar la seguridad de su hijo, por ejemplo cuando es pequeño cuidará que no vaya a sufrir daño al correr o realizar actos peligrosos. Conforme va creciendo lo instruye a través de la propia experiencia para que no cometa ciertos errores. Así, hasta el punto donde dejará en manos del niño la elección de proximidad que le destina a la madre.
Referencias:
Bowlby, J., (1993) El vínculo afectivo, Ed. Paidós, Barcelona.