Un nivel mayor de miedo es la fobia, las cuales pueden ser específicas, dirigidas a un objeto en particular como la oscuridad, las arañas, los perros, etc. Se distingue del miedo en tres aspectos: el primero es que hay una reacción desproporcionada al peligro real de la situación; en segundo lugar es irracional, lo cual significa que no acepta explicaciones ni razonamientos acerca de su comportamiento; por último, es involuntario, es decir no está a expensas del control de la persona. Asimismo, hay que añadir que conlleva una perturbación grave en la vida del sujeto, incluso llegando a evitar cualquier tipo de situación donde esté presente el objeto de miedo o a verse obligado a soportarla con una gran angustia.
Los factores de las fobias más comunes son:
- Suspender y recibir críticas (recibir regaños, presentar un examen, ser castigado)
- Lo desconocido (Fantasmas, oscuridad, pesadillas, estar solo)
- Heridas y animales (armas de fuego, sangre, bichos)
- El peligro y la muerte (fuego, ser atropellado, alturas, terremotos)
- Situaciones médicas (ir al doctor, hospital, inyecciones, dentista)
Entre las causas que destacan para adquirir una fobia se encuentran: la experiencia directa, es decir haber estado expuesto al estímulo; la experiencia indirecta como alguna situación cercana que le ocasionó una reacción de miedo; y la transmisión de la información, por ejemplo, pautas culturales como el miedo al “coco”. Asimismo, es muy probable que en la familia ya se encuentren síntomas fóbicos como pueden ser las reacciones ansiosas ante ciertas situaciones u objetos que el niño aprende y replica.
Las fobias que inician en la niñez y no son tratadas a tiempo, suelen persistir en la edad adulta generando graves conflictos en la personalidad. Existen distintos tratamientos para que las fobias desaparezcan. Cualquiera de ellos incluye la aproximación al objeto o situación de miedo.
Referencias:
Wicks-Nelson, R., et Allen, I., (2009), Psicopatología del Niño y del Adolescente, Ed. Pearson, España.