Trastornos del sueño

Los trastornos del sueño se clasifican en dos categorías principales: disomnias (problemas para conciliar o mantener el sueño o un sueño excesivo) y parasomnias (trastornos de la activación entre las fases del sueño, como el sonambulismo, las pesadillas).  Las primeras que tienen que ver con dormirse y despertarse durante la noche son en parte normales en los niños, debido al desarrollo evolutivo que ya revisamos en el artículo anterior. Éstas son manifestaciones de la maduración del cerebro del niño. Por lo tanto, se espera que desaparezcan conforme crezcan. En el caso de los adolescentes es muy importante forjar buenos hábitos de sueño aún en el contexto del cambio en su estilo de vida, ya que como se abordó en la entrada los beneficios del sueño, éste es muy importante para un adecuado desarrollo, incluso para un buen estado de salud.

Sin embargo, existen ciertos casos donde el peso del contexto es crucial y afecta al pequeño de tal manera que le causa estas alteraciones al momento de dormir. Hay ocasiones donde los niños utilizan estos problemas para llamar la atención de los padres y logran dormir con ellos. Por lo que, resulta difícil reconocer cuando se trata de un trastorno verdadero y no algún miedo o apego. En primer lugar se debe descartar un malestar físico como un “dolor” de cabeza, de estómago o alguna dificultad para respirar, así como un efecto de la alimentación (por ejemplo, cenar e inmediatamente dormir alenta la digestión, lo que puede provocar incomodidad). Incluso, la intolerancia a la leche puede ser una causa que afecte el ciclo del sueño.

En segundo lugar, si existe un problema para conciliar o mantener el sueño se debe tomar en consideración al niño. Es decir, preguntarle qué es lo que causa su malestar. Para esto, es recomendable que el infante tenga un nivel de desarrollo cognitivo avanzado para que pueda percatarse y comunicar qué es lo que le está sucediendo. Por ejemplo, que sepa si es algún miedo o preocupación acerca de la escuela o de experiencias pasadas lo que le inquieta.

Cuando se ha descartado una primer causa física y ya que el niño ha logrado identificar la razón de su incapacidad para conciliar o mantener el sueño, existen distintas soluciones para lograr un adecuado ciclo nocturno. Una alternativa son los medicamentos, sin embargo hay que tener precaución con sus efectos secundarios. Evidentemente, la psicoterapia es una opción viable, ya que en ella de acuerdo a la corriente teórica se pueden utilizar distintas herramientas desde el juego como elemento promotor de expresión y curación, hasta técnicas más conductuales como la relajación, la sensibilización, los estímulos o consecuencias. Asimismo, en casa se debe seguir el mismo estilo de abordaje para lograr un avance uniforme. Un ejemplo es negar la atención al niño una vez que ha dado las buenas noches y/o darle premios y elogios afectivos cuando realice una conducta deseada, así como establecer una rutina definida para el momento de dormir.

 

Referencias:

Wicks-Nelson, R., et Allen, I., (2009), Psicopatología del Niño y del Adolescente, Ed. Pearson, España.

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