Escuchar es parte esencial de la comunicación. Para empezar hay que diferenciar entre oír y escuchar. La primera se refiere solamente a la acción de percibir sonidos, mientras la segunda comprende el proceso de atención y dirección de voluntad hacia un mensaje específico. Vallejo-Nájera en Velasco (2005) lo define así: “Escuchar significa dejarlo todo para prestar atención, emplear oídos y ojos, ir más allá de las palabras, hacerse eco de sentimientos y emociones”. De la misma forma, este proceso involucra el entendimiento de la otra persona, así como la empatía, la capacidad de poder ponerse en el lugar del otro y experimentar lo que esta comunicando.
Contrario a lo que se cree, escuchar es una habilidad muy difícil de aprender. Por lo general, estamos acostumbrados a responder a algún relato con una misma vivencia personal. Por ejemplo, el tan famoso: “yo también…” “a mi también…” “también me…”. Aparentemente, se está respondiendo a un mensaje con alguna situación similar. Sin embargo, se esta dirigiendo la atención a uno mismo. En cambio, en un adecuado proceso de comunicación se involucran aspectos emocionales más profundos como la reciprocidad y empatía. Por lo que, a este proceso se le denomina escucha efectiva, ya que tiene un efecto en el receptor del mensaje.
Para ejercer este tipo de escucha, es necesario que adoptes un posición acorde:
- Ubícate frente a la persona con la que estás hablando.
- Expresa interés con tu lenguaje corporal, por ejemplo: deja de hacer lo que estabas haciendo.
- Mira a la persona directamente a los ojos.
- Puedes usar expresiones como: ojo, mmm, etc, ah, o nada que parezca que lo estás ignorando.
Un nivel más avanzado de escucha, es la activa. Ésta involucra la participación y la devolución al discurso del otro a través de distintas maneras. Por ejemplo, el parafraseo, el cual consiste en repetir lo que se dijo con otras palabras; o la realización de preguntas acerca del tema. Esta modalidad lleva a que la conversación sea fluida con intercambios entre ambos participantes. En ningún momento, se realiza un juicio de valor, se expresa una opinión o interrumpe al emisor. De esta forma, éste último se da cuenta de que existe interés y aceptación real hacia su persona, lo cual facilita ésta dinámica. En el momento de convertir este tipo de escucha a un diálogo se requiere de la asertividad.
Referencias:
Velasco, A., Por favor no me griten, Ed. Picolo, México, 2010, 144 pp.