Límites Extremos [Padres]

Una de las causas frecuentes de una educación que tiende hacia lo agresivo es que como padres solemos pensar que los hijos son de nuestra propiedad y que tenemos derecho a tratarlos como queramos por el simple hecho de darles la vida, la educación, la comida. Hay que tener en cuenta, que la elección de concebir a un bebé es nuestra y que al momento de hacerlo estamos conscientes del compromiso que significa. Uno debe brindarle al hijo los recursos que le sean necesarios para un sano desarrollo sin esperar mucho a cambio, ya que esa es tu obligación como padre.

“Los peores métodos utilizados para disciplinar tales como los golpes, el silencio, o el abandono sugieren falta de destrezas y conocimientos sobre la buena comunicación que resultan en pelear por el poder” (López Navarro en Velasco, 2006). A lo largo de los años ha sido muy difícil concebir a los hijos como entes individuales, ya que antes del siglo XX se utilizaban como mano de obra o como personas no deseadas o como objetos, pertenencias.  El camino para erradicar la violencia hacia los niños ha sido largo, pero se ha ido avanzando y se continúa en esta lucha. Desde el siglo XX, los niños tienen sus propios derechos (consúltalos!); tú puedes aportar mucho con tus actitudes y acciones! Si tu fuiste educado de alguna de estas formas, te costará trabajo respetar la individualidad de tu hijo y podrás abusar del poder de padre. Antes de perder el control, respira, date un tiempo para que te recuperes, trata de pensar fríamente en qué es lo importante y lo mejor en este momento para tu hijo, para tu familia y para ti. Cuando ya estés calmada ahora sí puedes tomar una decisión. Si no sabes que hacer recurre a una amiga, un especialista o una persona de confianza que te pueda proveer de un consejo objetivo.

Asimismo recuerda constantemente en que la verdadera educación eficiente radica en colocarse en un punto intermedio (ni ser agresivo, ni ser permisivo); es decir, ni amastrear ni sobreproteger. Lo correcto es educar asertivamente, enfatizando los valores que sustentan tus decisiones como padre o madre. No te obsesiones con la obediencia, ni tampoco utilices el chantaje como arma principal.

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