Padres e Hijos Adolescentes

Si ya de por sí ser padre es una tarea difícil, serlo de adolescentes lo es aún más. La decisión de tener un hijo implica una gran responsabilidad y mucho trabajo psicológico para poder criar adecuadamente a los hijos. Ya que es importante tener cierta flexibilidad que se adecuen a las necesidades y deseos cambiantes de los hijos que crecen y se desarrollan. Adicionalmente, en esta gran labor de parentalidad se ve inmiscuida la historia de cada persona. Por lo general, esta educación repercute mucho en la crianza de los hijos. Es común, que educando a los hijos se traten de lavar culpas y enmendando errores del propio crecimiento. Hoy en día, existe un claro ejemplo: los padres que fueron educados rígidamente y a golpes por sus padres deciden no hacer lo mismo con sus hijos, cayendo en el otro extremo de total libertad y flexibilidad que ahora los hijos han adquirido el poder y mandan a sus propios padres.

Por lo tanto, es de suma importancia mantenerse firme en el papel de padre o madre sin llegar a ningún extremo. Es decir, lo ideal es encontrar un balance entre la rigidez y la flexibilidad, por ejemplo en los límites (Revisa la sección de Límites para recordar como establecerlos adecuadamente). Es usual que al llegar los hijos a la adolescencia, los padres cargan su estilo de parentalidad hacia un lado de la balanza (se vuelven más inflexibles o liberales de tal forma que quieren ser sus amigos en lugar de sus padres). Sin embargo, lo que necesita un adolescente de sus padres es equilibrio.

Asimismo, de acuerdo a los ideales que se manejan en la adolescencia, los jóvenes tenderán a preferir ciertas características en un adulto. Por ejemplo, los adolescentes sienten admiración por las personas que son coherentes en su comportamiento habitual, que actúan congruentemente (sus acciones y palabras son acordes). De tal forma que se valora mucho la fidelidad con los propios principios y rechazan cualquier contradicción entre los mismos, ya que hacerlo implicaría hipocresía. Adicionalmente, de modo evidente, es importante que el adulto comprenda el mundo del adolescente y los cambios por los que ellos pasan sin criticar ni juzgar. Con estos factores el padre y el adolescente podrán mantener una relación sana donde se puedan transmitir experiencias, hacer confidencias, dar opiniones, ayudar e invitar a la reflexión de ciertas conductas.

Por otro lado, los hijos siguen necesitando a sus padres (aunque no lo digan o no se den cuenta). Además de recibir apoyo económico de parte de ellos, también es importante que puedan compartir un vínculo y que los adolescentes les den algo a cambio (no sólo obediencia), si no un contacto parecido a la amistad. Para poder construir esta alianza, es vital que las dos partes sean recíprocas (den y reciban al mismo tiempo); es decir, un padre que quiera que su hijo le confíe todo pero que él nunca se acercó a platicar de sus problemas, es poco probable que pueda establecer este tipo de relación. La clave suele estar en la confianza, que no den la impresión de que desconfían de sus hijos, que den libertad y que enseñen a administrarla con responsabilidad. Es decir, colocarse en el mismo nivel de confianza. Evidentemente, entablar una estrecha relación con los adolescentes puede resultar complicado, ya que requiere de mucho esfuerzo y trabajo. Sin embargo, la cosecha generará mucha satisfacción.

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Referencias:

Castillo, G., (2004), Tus hijos adolescentes, Ed. Hacer Familia, España.

Kancyper, L., (2007), Adolescencia: El Fin de la Ingenuidad, Ed. Lumen, Argentina.

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