¿Cómo comunicarte con los niños?

Ya hemos revisado en qué consiste la comunicación y porqué es tan importante. Ahora te exponemos una serie de consejos que ayudan a mejorar y entablar una comunicación de calidad con los niños. Recuerda que ellos no son como los adultos, por lo que no escuchan ni entienden la forma en que tú te comunicas, ellos usan un lenguaje diferente porque su nivel de compresión es distinto. Para lograr una comunicación completa y totalmente sana con los niños necesitas modificar o pulir la manera usual de como hablar.

  1. Sé claro y preciso: para evitar que en cualquier momento se sientan rechazados o incomprendidos, es decir, al no escucharlos o no permitirles hablar, ya sea por falta de tiempo o interés envías el mensaje de que lo que ellos piensan o sienten no es importante. Cuando los adultos amenazan, dan órdenes tajantes, sermones o chantajes, los niños suelen pensar que no valen nada, que son malos, o que no pueden hacer ciertas cosas. Todos estos pensamientos dañan su autoestima. Aquí tres consejos para que evites caer en esto:
    1. Usa mensajes cortos y claros que comuniquen lo que tú quieres en lugar de echar la culpa o un sermón. Por ejemplo: Yo necesito ayuda para recoger tu cuarto en lugar de Tú eres un desordenado, recoge todo.
    2. Habla con los niños, no hacia ellos. Es decir, propicia que se de un diálogo más que un soliloquio.
  • Evita gritar: Por lo tanto, no se debe gritarles cuando hacen algo mal, puedes revisar nuestra sección de Límites (Redirección) para conocer como lograr que te hagan caso sin caer en extremos violentos, ya sea físicos o emocionales. Una buena comunicación es el pilar de una buena relación, si ésta se fractura las consecuencias pueden derivar en conductas inapropiadas de los hijos. En ocasiones, cuando nos enojamos solemos gritar y retirarles el habla a los pequeños. La “Ley del Miedo” lo único que se logra con eso es abrir más la brecha entre ambos a causa de una discusión y envías el mensaje de que no es posible arreglar los conflictos a través de hablar. Muchos personas piensan que de esta forma van a lograr que los hijos entiendan que su comportamiento estuvo mal. Al contrario de lo deseado, sólo se aumenta el enojo, el coraje y la frustración, incluso alimentando resentimiento o creando un sentimiento. SIEMPRE hay que dialogar y tratar de solucionar cualquier asunto, no importa el tamaño del mismo, ayudando al niño a reflexionar en torno a su conducta y consecuencias.
  • Entabla una relación fluida. Si tu niño no quiere hablar, puedes usar frases que abran la plática como “Ya veo” “Cuéntame más” “Oh, de veras?”, etc. De la misma forma,  verbaliza las acciones junto con las emociones, como “Tú estás molesta porque perdiste el juego”.
  • Si tus niños son pequeños, las técnicas para hablar con un niño es la siguiente: tú como adulto debes colocarte en cuclillas para ponerte a su altura, con una sonrisa y algún gesto afectuoso como unas palmadas, un ligero toque, un abrazo que estreche el lazo. Debes de propiciar que los niños siempre se sientan valorados y queridos para lograr una apertura en la comunicación, sin juzgar ni manipular. Manténte sincero, con tacto y sé claro.
  • Habla en positivo no en negativo y utiliza oraciones cortas. En lugar de decir NO hagas tal, mejor di haz esto otro. Por ejemplo, di “camina despacio”, en vez de decir “no corras” o “baja la voz” en lugar de “no grites”.
  • Escucha con paciencia, prestando toda tu atención al niño, incluso si es necesario deja de hacer lo que estabas haciendo, recuerda que es mucho más. Los niños suelen decir todo lo que se les ocurre y no comunicar un mensaje concreto, entiende que es parte de su desarrollo y justo esa espontaneidad y fantasía es lo que los caracteriza.
  • Habla con gentileza y con palabras corteses. Sé más firme en asuntos más importantes.
  • Combina el juego y la conversación, de esta forma el vínculo se genera con más confianza. Además el movimiento disminuye la tensión, esto es más recomendable a estar quietos todo el tiempo. Puedes alternar pláticas breves con momentos de diversión por ejemplo adivinanzas, cuentos, etc.
  • Emplea la comunicación indirecta, haz preguntas de qué pensarán sus amigos acerca de cual o tal tema.
  • Tú mismo puedes iniciar una conversación acerca de tus actividades, incluso si un día estás triste o enojado es importante que lo verbalices (claro, sin entrar en detalles que angustien o confunden a tu hijo). Por ejemplo, si te encuentra llorando puedes decir: yo estoy triste y la gente llora cuando siente tristeza y eso está bien.
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    Aquí un ejemplo para reflexionar:

     

    Mamá está lavando los trastes en la cocina después de la comida y quiere que su hijo se meta a bañar. Por lo que, desde la cocina le grita:

    -¡Hijo, ya métete a bañar!

    El hijo esta viendo la tele y no le hace caso (no está escuchando). Pasan 5 minutos.

    -¡Hijo, es la segunda vez que te digo que te metas a bañar! ¡A la tercera llamada subo!

    El hijo sigue viendo la tv. Pasan 5 minutos más.

    -¡Te dije que te metieras a bañar Juan Ramón! ¡No es posible que no me hagas caso, yo estoy trabajando y tú solo me das problemas, tengo que subir por ti, ya estás grande para meterte a bañar tú solo…!

     

    ¿Qué fue lo que pasó en esta situación?

    No se estableció una comunicación directa. Si le gritas desde la cocina mientras estás haciendo otra cosa, no te va a hacer caso porque no estás entablando una relación estrecha ni directa. En cambio se genera una orden específica, si subes le dedicas un tiempo, le das un ligero toque en la espalda mientras le dices: Voy a estar lavando los trastes, mientras quiero que te metas a bañar por favor.  Llamamos primero su atención, luego generas una orden directa y en positivo es más efectivo que desgastarte y toma menos tiempo hacerlo de esta manera.

     

    Referencias:

    Velasco, A., Por favor no me griten, Ed. Picolo, México, 2010, 144 pp.

    Children’s Administration Office of Child Care Police, Estrategias Exitosas para hablar con los niños, Washington DC.

    Delfos, M., ¿Me escuchas? Cómo conversar con niños de cuatro a doce años, Ed. Bernard Van Leer Foundation, Amsterdam, 2001, 164 pp.

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